Opinión

Volvemos a Romper La Norma

or: Alexis Bolívar

La dignidad humana es el valor que tiene cada persona por el simple hecho de serlo, sin importar sus diferencias o condiciones. Es un derecho y un principio que no se puede quitar ni violar, que implica respeto, libertad y responsabilidad.

Este principio ha sido un desafío para la población LGBTIQ+ debido a la inmensa vulneración que padecemos en lo que respecta a las prácticas permanentes de discriminación, violencia y exclusión por razones de orientaciones sexuales e identidades y expresiones de género.

La Declaración Universal de Derechos Humanos afirma que todos los seres humanos nacemos libres e iguales en dignidad y derechos. Sin embargo, en muchos países es ilegal ser diverso, libre, y se castiga con penas de prisión e incluso con la muerte; como en otros países los partidos y grupos conservadores arremeten contras las políticas públicas y contra la garantía de nuestros derechos ya consagrados y conquistados.

En algunas sociedades, la simple reivindicación de los derechos humanos y las libertades fundamentales por parte de las personas de la población LGBTIQ+ enfrenta la opresión, el abuso y el aislamiento voluntario o forzoso de la vida pública. En muchos rincones del mundo, nos convertimos en un objetivo político de señalamiento por el simple hecho de ser quienes somos.

Tal es la situación crítica de Uganda que, en fechas recientes, el parlamento aprobó una ley que castiga el acto sexual entre personas del mismo sexo, así como la transexualidad con penas de cárcel e incluso con la muerte, en cuyo debate los argumentos más resaltantes se centraron en que “la homosexualidad es contraria a la cultura, la religión y la moral de Uganda”, “la homosexualidad es una amenaza para la familia, la nación y la salud pública”, “la homosexualidad es una influencia extranjera y una imposición de Occidente”, “la homosexualidad es un vicio que se puede curar”, aunado a esto, dicha ley penaliza la educación sexual y castiga a las personas que no denuncien ante la policía y denominándolos como autores de homosexualidad agravada.

Mientras tanto…

En Venezuela existe un pequeño grupo representada por una líder que se dedica a la promoción de anti-derechos, bajo un manto de “cristiandad” y con un discurso muy semejante a la colonización vivida en el Virreinato de Nueva Granada antes de nuestra independencia, manejando sospechosamente los mismos argumentos que Uganda ha planteado en la aprobación de la pena de muerte a las personas por su orientación sexual, identidad y expresión de género que no corresponde con la ideología impuesta por la sociedad hegemónica hetero-patriarcal obligatoria.

No es casual ni espontáneo que el discurso manejado y las prácticas políticas de este grupo tenga mucha relación con la posición de los partidos europeos como el Frente Nacional de Francia, el Partido Popular de Austria, el Partido por la Libertad de los Países Bajos, y el partido Vox de España. Al parecer, estamos ante un evidente movimiento occidental que promueve la erosión de los derechos fundamentales, legitimar sus anti-derechos, imponer su ideología de rechazo y sus valores dogmáticos sobre el resto de la población en su diversidad étnica, cultural, sexual, espiritual, y hasta religiosa, porque posiblemente otras religiones se encuentren en riesgo como nosotros y nosotras.

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A pesar de que este grupo ha demostrado en sus concentraciones un 0.33% de representación de la población venezolana, no podemos subestimar que han logrado influenciar actores políticos e instituciones del Estado con la finalidad de materializar sus tácitas políticas de odio y anti-derechos. Tal es el caso de la influencia política en la Alcaldía de Ambrosio declarando a la plaza de la ciudad de Guarenas del estado Miranda como espacio provida erradicando toda manifestación pública libre de cualquier diversidad.

Ante esta realidad que se expande, es imperioso el no permanecer indiferentes ni aceptar ningún tipo de concesión o “negociación” que ponga en riesgo la garantía de los derechos humanos. Los derechos no se negocian ni se transan, en cambio nos protege de las arbitrariedades y las injusticias, nos otorgan voz para exigir nuestros derechos. Los derechos se defienden y se exigen con firmeza y convicción.

Caracas, Distrito Capital

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